Desde que tengo uso de razón mi hermano Frank fue artista y vivía en su propio mundo. Con mucha admiración y, a veces, un poco de envidia, observaba con qué facilidad daba rienda suelta a su imaginación a través de sus dibujos, pinturas, esculturas, fotografías e instalaciones ambientales: todo lo convertía en arte. Durante varios años, Frank se alejó del arte siguiendo un camino de exploración hacia la medicina. Su vida se mantuvo llena de aventuras, estudios, diversas ciudades, pero no perdió la conexión con su lado artístico; hoy, vuelve con convicción.

Durante el encierro de la pandemia, Frank se refugió dentro de sus paisajes nostálgicos y reminiscentes de los diversos lugares donde vivió: Nueva York, Atlanta, Chicago y Lima. Como muchos, el desarrollo de las ideas se convirtió en un proceso de introspección como quien crea un solitario mundo alterno como para protegerse de la realidad pandémica. En su caso, ese mundo se convirtió en un escenario de ciencia ficción donde han convivido la fantasía, los mitos y los paisajes futuristas, algunos casi apocalípticos.

Tomando como punto de partida su primera muestra individual en la Galería Fórum (1986), nos ofrece dos ejemplos de su trabajo experimental del collage realizado con una impresora Xerox. Estos no han perdido frescura con el tiempo y nos entrega un paralelo distintivo entre las dos series entretejiendo las imágenes en un collage de pensamientos vivos e imaginarios. 

Hoy les presento, con gran satisfacción, esta nueva serie de imágenes digitales de fotografías intervenidas y transformadas a través del dibujo y el color.  Paisajes Quiméricos nos brinda la oportunidad de observar con detalle el mundo íntimo de un artista viajero.

Anamaría McCarthy